sábado, 5 de noviembre de 2011

Creo que las algas me dan asco (prólogo)


Hace unos días, mientras volvía a mi casa de la Universidad, una chica me abofeteó mientras imitaba a un pájaro- creo que era una urraca- en medio de la calle, sin advertir que yo me acercaba temerosamente, a velocidad constante, al punto donde su mano y mi cara entrechocarían sin remedio. Nos seguimos riendo después, y aprendí algo, como aprenden todos los intensos de las lecciones vitales: si sorprendes a una mujer de más de veinte años imitando a un arrendajo mientras agita los brazos para hacer reír a su madre, y te da un aletazo, os debéis considerar como de la familia mutuamente.

Este es solo un preludio para publicar el primer artículo que he escrito para este blog. Tiene dos funciones: la primera es no exaltarme demasiado en mi primera entrada, la segunda, daros la libertad de abofetearme si detestáis mi blog, cuando me veáis por la calle. Agradeceré, en tal caso, que os hayáis leído esta primera entrada de título tan poco prometedor. Juzgar por vosotros mismos, si es este un buen preludio para una serie de fervorosos o confundidos alegatos contados a lo jocoserio. Lo más difícil es arrancar, y esto ya lo he hecho. Espero que a mi amiga urraqueña no le importe que lo cuente, ya que es como de la familia, y, además, no me acuerdo de su cara.




No hay comentarios:

Publicar un comentario